La primera lectura nos presenta una cuadro maravilloso, que describe lo que supone la presencia del Señor al que esperamos: el desierto florece y, con él, el corazón humano, que se llena de alegría y siente que la vida renace, se curan sus enfermedades y son superadas sus limitaciones.
La alegría por la presencia salvadora del Señor expresa el carácter de don, de gracia, de regalo que su venida lleva consigo. Así suena el precioso texto de Isaías.
Pero esto no significa que debamos esperar sentados.
Todo en el Adviento nos habla de una esperanza activa, de que tenemos que ponernos manos a la obra para preparar la venida del Señor.
Y este es el mensaje del Evangelio, en el que vemos cómo se cumplen las profecías del Antiguo Testamento: aunque Jesús ya está presente entre nosotros, tenemos que porfiar por encontrarlo, hemos de poner algo por nuestra parte, superar los obstáculos que, en este mundo, nos impiden llegar hasta él.
FELIZ DÍA A TODOS…