“Por sus frutos los conoceréis”
Porque el fruto es el momento de la verdad, mientras que las palabras pueden quedarse en buenos propósitos. En el fruto es más difícil el engaño; es imposible que un árbol malo de buenos frutos.
Si el fruto es bueno, lo es el árbol.
Evidentemente en el jardín de nuestro ser hay frutos buenos y malos, trigo y cizaña, bien y mal. A nosotros nos toca cuidar de nuestra tierra para intentar que las mejores semillas plantadas por Dios germinen, crezcan y den fruto. Igual que hace el labrador, hay que remover la tierra para oxigenarla, hay que abonarla, hay que limpiarla de cizaña, plagas y malas hierbas.
Ese es nuestro trabajo.
Te propongo que pongas nombre a estas tareas: qué tienes que remover y oxigenar, con qué tienes que enriquecer y abonar tu tierra (minerales, proteínas), qué malas hierbas tienes que arrancar…
Medios tenemos: oración, discernimiento, sacramentos, acompañamiento…, canales donde la gracia de Dios se nos comunica.
FELIZ DÍA A TODOS…