«Mío es el juicio» –dice el Señor–.
Es un mensaje que libera: te exime de la imposible tarea de meterte a juez definitivo de la gente.
Es un mensaje que está en su sitio: solo Dios escruta las conciencias.
Tú, sin duda, harás tus apreciaciones sobre las personas, valorarás conductas, te mostrarás conforme o contrario a leyes humanas; pero el juicio definitivo sobre la realidad moral y teologal del otro es competencia de Dios.
FELIZ DÍA A TODOS…