El consuelo es un bien preciado que quizá hemos desvirtuado. Hay consuelos que vienen como un susurro, como una caricia y otros consuelos nos gritan, nos zarandean, nos quieren espabilar, como nos dice Isaías.
Se puede llegar a un grado de acomodo y falso bienestar, que ni siquiera sabemos decirnos de dónde nos viene la tristeza o la falta de motivación. Es entonces cuando un grito a tiempo, aunque molesto, es la mejor caricia y el mejor de los consuelos. Nos saca de nuestra “zona de confort”, nos obliga a mover ficha.
Que en Cristo Buen Pastor encontremos el sosiego tan necesario en este tiempo de Adviento.
Feliz día a todos…