Pentecostés puede ser un buen momento para sintonizar con la voz de Dios que habla el idioma de cada corazón. Dentro de nosotros resuenan muchas voces, lo sabemos y las reconocemos. Incluso hablamos con ellas. Son ecos del pasado, del presente incierto o de un futuro soñado. Pero lo que importa es el aquí y ahora. El silencio, la desnudez del alma donde poder descubrir a solas una Presencia adorable que nos estaba esperando. Para hacernos bien y a través de nosotros hacer bien al mundo.
¿Qué o quién distorsiona y entorpece tal encuentro? Nombrémoslo sin miedo y aparquémoslo. Tenemos derecho a experimentar la gracia, el Espíritu Santo. Que nadie te lo robe. No prestemos oídos a influencias o testimonios negativos. Al menos por un rato, al menos por hoy, hay un tiempo para cada cosa. Apaguemos un rato la música, dejemos de correr y de entretener la mente. Descansemos. Es Pentecostés. El Padre y el Hijo Jesús derraman su Espíritu de Amor sobre nosotros El Dios de Jesús responde a los anhelos más profundos de cada corazón. Se hace diálogo para cada uno y para todos. Pero ¿cómo podremos comprobarlo si no conocemos esos anhelos? Escuchémonos con nuestras luces y sombras, el idioma universal de Jesús lo entienden todos. Cualquier personaje del evangelio forma parte de cada uno de nosotros. A través de cualquiera de ellos, ocupando mentalmente su lugar podemos dejarnos tocar por Cristo. Su amor es un fuego y su Vida espera colmar nuestra propia vida, desde ahora hasta la eternidad.
Feliz Pentecostés a todos…