El rey que nos propone el Evangelista es uno que salva hoy, no mañana ni pasado. Celebrar la solemnidad hoy es una apremiante invitación a proponer el Evangelio de Jesús a todas las personas. Un Evangelio que no condena sino más bien salva, un Evangelio que está de parte de los débiles y marginados de este mundo. Un Evangelio vivido por una iglesia en salida, una Iglesia que prefiere accidentarse en vez de estar enferma o bien conservada. Si Cristo es el rey del universo, antes prefiere serlo de cada uno de nosotros, y en especial de los más empobrecidos de este mundo. Su trono celestial quiere ser nuestro corazón, si lo dejamos, si le permitimos que nos salve de nuestros egoísmos, maldades, mezquindades, hipocresías, etiquetas, cerrazones, etc. Por eso, estamos invitados a decirle también hoy: «Jesús, acuérdate de mí».
Pero esto no es todo. También estamos invitados a dar gracias. Demos gracias a Dios Padre que nos hecho capaces de compartir el Reino de Jesucristo, un reino de amor y misericordia; un reino que busca justicia y paz; un reino donde el más importante es el que sirve, el que se hace pequeño y servidor de sus hermanos y hermanas. Demos gracias a Dios Padre que nos ha hecho partícipes del Reino predicado por su hijo Jesús; un reino donde todos tienen lugar; un reino donde no hay lugar para la discriminación o el desprecio; un reino que acoge a todos y a todas las personas que aceptan con sinceridad el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Entonces sí tendrá sentido cantar con el salmista: ¡«qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor»!
Feliz Domingo de Cristo Rey..,