“Señor, te necesito. Si quieres, puedes curarme” y dejamos pasar e Jesús sin pedir que nos limpie la lepra que nos invade, que nos ayude a vencer el ansia de consumismo, que nos ayude a vencer la inercia y la avaricia que nos hace conservar todos los talentos que hemos recibido, materiales y espirituales, bien guardados.
Esa es, posiblemente, nuestra lepra en los días que corren: las riquezas grandes, pequeñas, incluso mínimas que poseemos y que tenemos solamente en depósito, están tan adheridas a nuestra vida que la dominan y necesitamos que el Señor pase a nuestro lado y podamos reunir el valor suficiente para pedirle: “sálvame”, tal vez porque nos asuste el compromiso que vamos a adquirir si la mano del Señor nos toca, nos hace salir de nosotros mismos, de nuestras miserias, de nuestra avaricia, y entregar todo cuanto somos y creemos tener a su servicio