Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 44-51: En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Reflexión: Continuamos, con la lectura continua del evangelio de san Juan y situándonos en el centro del discurso sobre el Pan de Vida. Es decir, todo gira en torno a una de esas siete frases de este Evangelio, que presentan diferentes imágenes de Jesús como fuente de vida: “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo”. Del escenario del monte, donde había sido la multiplicación de los panes, se cambia ahora a Cafarnaúm. Tiene dos partes: la primera se centra en Jesús como enviado, y cómo la fe es don de Dios y es el camino para llegar al Padre; en la segunda, Jesús se presenta como el pan de la vida, el pan eucarístico ofrecido por la vida del mundo, fuente de vida y de comunión.
Dos ideas nos pueden guiar para adentrarnos en este texto evangélico: La primera es tan sencilla como aquello de lo que se habla: el pan. A todos nos evoca un alimento familiar, cotidiano, que se comparte en la mesa, al calor del hogar. Así es Jesús, “manso y humilde”, servidor, alimento cercano del alma. La fe no es fe si no se construye en Cristo. Nada nos colma ni nos da paz interior, como Él. Es, cómo decimos tantas veces, el amigo que nunca falla, con el que siempre podemos contar, el sagrario permanente, fuente de amor, de felicidad, de alegría. Del trato, a solas y en comunidad, con Cristo en el Espíritu, brota la bondad, la fraternidad, el valor para ser mejor ser humano y vivirlo con integridad.
La segunda es un pan con “denominación de origen”: es el “Pan vivo bajado del cielo”. La fe no es fruto de nuestro esfuerzo ni voluntad, tampoco un capricho o una moda. La fe es un don de Dios, la descubrimos al descubrirnos hijos suyos, y la encontramos cuando nos acercarnos a Cristo, el que es capaz de dar vida dándose, el que “contagia” algo diferente a lo que nos pueda dar cualquier otro “pan”, el que es fuente de comunión y encuentro.
Dicho todo esto, podemos concluir que el designio del Padre sobre todos nosotros está ligado a la fe y al amor. Este Pan de Vida nos pide una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez que comamos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual se benefician hasta los que lo ignoran.
Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, ¡oh Virgen, Madre de las Vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amen».
Virgen de los Milagros, Madre De Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de los Milagros, Consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.
Virgen de los Milagros, Vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios …
Dios te bendice…* benefíciate del Sacrificio, del Pan vivo bajado del cielo…