En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy Domingo 16 Enero. Segunda Semana Tiempo Ordinario.
San Juan 2, 1-11 En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor
Reflexion María, la Madre de Jesús y nuestra, es la gran mediadora entre su Hijo y la humanidad: entre el Hijo de Dios, porque ella engendró en su seno a la Palabra Eterna del Padre, “por obra del Espíritu Santo”, al decirle al Ángel: “he aquí las esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”; y nuestra, porque de ella nació el Hijo de Dios hecho Hombre, con nuestra propia carne y sangre, capaz de compartir todo lo humano, menos el pecado, como nos dice San Pablo; y como el mismo Pablo dice, Él es la Cabeza del cuerpo, de la Iglesia y nosotros somos sus miembros; y San Juan exclama lleno de fe y alegría: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.
En las bodas de Caná María, “adelanta”, con su súplica de Madre, el comienzo de las manifestaciones milagrosas o epifanías, de su Hijo, Jesús. El vino (la alegría), se va acabando y peligra la alegría y el festejo de la boda; y María, como buena mujer siempre atenta a las cosas insignificantes aparentemente, pero en realidad importantes, como es la alegría de unos recién casados y sus invitados, solamente insinúa a su Hijo: “Jesús, no tienen vino…” Y Jesús, a instancias de su Madre, para que continúe la alegría de la fiesta, “¡adelante su hora…!
“Haced lo que Él os diga”. El alcance de estas palabras de María van más allá del milagro de la conversión del agua en vino, -primer milagro o epifanía de Jesús-; es la experiencia vital de una Mujer que, como primera “discípula de Jesús”, vivió la radicalidad de una entrega plena a la voluntad de Dios. Su “hágase en mí según tu palabra”, fue la entrega plena de su vida a Dios en la persona de su Hijo.
Jesús, en una ocasión, ante el entusiasmo de una mujer que le dice: “bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amantaron”, responde: “bienaventurado el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica”. Y, como nos dice San Agustín, jamás hubo una criatura que llegara a poner en práctica la voluntad de Dios como María: siempre a la escucha de esa Palabra, entregándose de tal manera que la encarno en su seno, llegando a ser la Madre de la Palabra: Jesús Hijo de Dios e Hijo de María.
Ella, a nosotros hoy, como les dijo a los servidores de la boda, nos dice y nos insiste: “¡Haced lo que Él os diga!”. Pues en hacer la voluntad de Dios está la fuente de nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestra grandeza humana y cristiana.
_* Dios te bendice…* Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaria,Gloria.