Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Semana XVIII Ordinario. TRANSFIGURACION del SEÑOR

  • Evangelio según Mateo 17, 1-9* En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: Levantaos, no temáis».
    Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
    Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Palabra del Señor

Reflexion La Transfiguración significa que podemos ir más allá de la figura, de lo que vemos con los ojos. Cuando nos miramos unos a los otros, vemos el cuerpo, el rostro, pero no conocemos su intimidad, su interior, lo que piensa, lo que siente, lo que anhela, lo que teme… esto es lo que les pasa a los Apóstoles cuando Jesús los toma consigo y suben a un monte elevado para orar. ¿Qué ocurre entonces? Los discípulos no encontraron palabras para expresar lo que allí experimentaron, sólo atinaron a decir que, mientras Jesús oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de un blanco resplandeciente.

Aquella experiencia sirvió para resaltar la verdadera identidad de Jesús: fue una revelación de su gloria, del resplandor de su ser divino. Al mismo tiempo, los apóstoles ven que la Ley, representada en la figura de Moisés allí presente, quedaba superada en la nueva alianza de Dios con los hombres, que el Hijo de Dios venía establecer, y que todo lo anunciado por los profetas, allí representados por Elías, hallaba su cumplimiento pleno en Jesús.

Esta manifestación de la gloria divina en la persona de Jesús es muy diferente a las manifestaciones en el Antiguo Testamento donde Dios aparecía bajo la forma o con signos humanos. Aquí es la naturaleza humana de Jesús la que aparece a la luz de Dios. Ya no es Dios que desciende, sino la humanidad que asciende y participa de la gloria de Dios.

Así también la transfiguración sirve para fortalecer la Fe y para, pasado el tiempo, comprender que aquel Jesús que vieron clavado en una cruz era el mismo Jesús que habían visto en el monte revestido de luz y reconocido por el Padre como su Hijo elegido. La gloria que entonces vieron en su rostro transfigurado, será la gloria que, brillando con todo su esplendor, convertirá la cruz en el trono del Resucitado, desde el cual como Señor ensalzado juzga al mundo.

Es decir, lo extraordinario del discípulo es que está llamado a continuar aceptar lo ordinario de la realidad muchas veces dura y dolorosa, que es donde se libra la lucha entre la fe y la increencia, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte.

Pedro siente la tentación de quedarse en lo extraordinario, en la transfiguración, y no seguir adelante en el camino que lleva a Jerusalén, al monte del calvario. Quiere prolongar el gozo de la visión, por eso su propuesta ingenua y egoísta: Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres chozas…Pedro no sabía lo que decía.

No podemos esperar que nuestra vocación cristiana se acredite por medio de gestos extraordinarios y vistosos; su grandeza reside en el testimonio continuo que damos de una vida entregada. Así lo hizo Jesús y así lo fueron entendiendo sus primeros testigos.

Este Domingo de fiesta nos invita a subir con el Señor al monte para darle un espacio real a Dios en nuestra vida para que la transforme. Contemplar a Cristo, como dice San Pablo, nos hace reflejar como en un espejo la gloria del Señor y nos va transformando en esa imagen cada vez más gloriosa (2 Cor 3,7-16).

Contemplar a Jesús orando en el monte con sus apóstoles nos hace revisar qué lugar le asignamos a Dios en nuestra vida.

Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.