En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Domingo 11 Febrero – ciclo B. Sexta Semana Ordinario. Nuestra Señora de Lourdes
Evangelio según Marcos 1, 40-45 En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor
Reflexión El leproso del relato de Marcos sabe su situación. No obstante, creyendo que Jesús puede curarle decide acercarse a él, saltándose los códigos sociales e implorándole que le sane. Su actitud y sus gestos, como ponerse de rodillas, expresan no sólo su impotencia ante la situación que vive, sino más bien la fe con la que decide suplicarle al Señor que le ayude.
Ante el drama social y religioso de la lepra, Jesús no pasa indiferente. Movido por la compasión, es decir, poniéndose en el lugar de quien es considerado como un estorbo social y que por su enfermedad está impedido de expresar ritualmente su fe, se acerca al enfermo marginado. Sus palabras, pero sobre todo sus gestos, hablan de su empatía ante el drama personal de aquel leproso.
El evangelista indica que: sintiendo lástima, extendió la mano y le tocó. El primer movimiento de Jesús no fue ni la curación ni un sermón ético, sino el acercarse a aquel que había olvidado lo que era el contacto humano, la cercanía de los otros, el cariño expresado por el tacto y toda expresión que indicara acogida por los demás. Jesús también se salta las normas sociales y toca a quien tenía prohibido tocar.
Finalmente, junto con la expresión de su deseo de verlo sano, Jesús le indicó cómo volver a reintegrarse a la vida social y religiosa del pueblo. Ya no sería más un enfermo, ni tampoco un marginado.
La súplica del leproso a Jesús: “si quieres puedes limpiarme”, sigue siendo actual en nuestro tiempo. Muchas personas viven de rodillas a causa de situaciones que les llevan a la marginación y a la apatía social. No será el drama de la lepra, pero sí otros dramas que hacen ver a los demás como no “dignos” de pertenecer al grupo social o cultural. El drama del leproso era algo devastador, puesto que no podía siquiera acercarse a quien representaba la solución a sus problemas, es decir, a Dios. La marginación socio-cultural llegaba hasta exclusión religiosa.
Nos toca, pues, asumir el modo de vida de Jesús, como diría san Pablo en la primera carta a los Corintios (1Co 10, 31 – 11, 1): hacer todo para la gloria de Dios. La lucha contra la marginación y la exclusión inicia con una actitud: la compasión. Pero debe seguirle el acto que lleve a esta actitud a su plenitud: acercarnos y “tocar”.
Tocar la realidad de los demás y colaborar con ella con lo que somos y tenemos. A veces lo que hace falta es solamente un gesto cercano y cariñoso.
Qué nuestra Señora de Lourdes vele e interceda por todos y cada uno de nosotros en el compasivo corazón de su Hijo. A Ella acudimos como “abogada nuestra” y “ salud de los enfermos”.
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.