Santuario Nuestra Señora de los Milagros

HOY CELEBRAMOS…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Solemnidad Corpus Christi

Evangelio según Marcos 14, 12-26 El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
«ld a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?»»… Los discípulos se marcharon… prepararon la Pascua. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Después, tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.
Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor

Reflexión. Hoy se nos indica con qué alimentos debemos nutrir nuestro corazón: con compasión para saber llorar con los que sufren; con misericordia; con pobreza de espíritu y no ansiando el dinero; con limpieza de corazón y no doblez de corazón; buscando la paz, la justicia; viviendo en amistad con Jesús y dialogando con frecuencia con él, escuchando sus palabras, sus indicaciones, sus promesas para el más allá de nuestra vida y también para el más acá; en lo que esté de nuestra parte, viviendo en fraternidad con los demás y sabiendo escucharles; consolando a los que lo necesiten y no darles nunca la espalda; viviendo en la verdad y no viviendo envueltos en la mentira y corrupción. Preocupados de que conozcan la fe.

Para todo ello necesitamos alimentarnos bien. “Yo soy el pan de vida, el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida”, vida eterna. Así nos pide que alimentemos nuestro corazón con su persona, con su amistad, que tengamos sus mismos sentimientos. Lo nuestro es ser como ”otros Cristo”.

¿Cómo conseguirlo? El Señor nos deja su herencia. Nos deja, entre otros bienes, la Eucaristía que es el resumen de su vida, y luego nos dice: “Haced esto en memoria mía”. Esta frase tiene dos partes. En primer lugar, nos pide que repitamos su gesto de la última cena, que tomemos pan y vino y, que con su poder, son trasformados en su Cuerpo y en su Sangre. Pero, justamente porque nos ofrece Su cuerpo entregado y Su sangre derramada, nos pide algo mas: que entreguemos la vida como él la entregó. Primero nos recuerda su ejemplo, que no reservó su vida para sí, sino que por amor vivió en función de nosotros, y, en segundo lugar, nos pide que hagamos nosotros otro tanto. Todo ello para que podamos saborear la vida, alimentándola con el amor y todos los hijos del amor. Hay que insistir, “haced esto en memoria mía” no es sólo el milagro de la conversión del pan en su cuerpo y el vino en su sangre y alimentarnos con ellos, sino estar dispuestos a entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre en servicio de los demás.

De de otra forma, podemos decir que el resumen del mensaje de Jesús queda expresado en esta frase suya: “Como el Padre me amó, así yo os he amado… amaos los unos a los otros”.

Porque sabe que el amor es lo que más plenifica nuestro corazón, y que lo de amar y amar siempre y a todos no es nada fácil, y que, a veces, estamos tentados a no amar, lo primero que hace es llenarnos de su amor, asegurándonos que nos ama de verdad, que nos ama realmente y nos sigue amando: “Como el Padre me amó, así yo os he amado”. Sólo después, se atreve a pedirnos que hagamos nosotros otro tanto con nuestros hermanos, “amaos los unos a los otros”. San Pablo lo expresa de otra manera: “El cáliz de nuestra Acción de Gracias ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo?”.

Tenemos que caer en la cuenta de que cuando nos acercamos a comulgar recibimos no a Cristo muerto y mudo, sino a Cristo vivo, resucitado y que habla. Si le dejamos, él nos hablará, seguirá tratando de cambiar, de moldear nuestro corazón para que sea un corazón como el suyo, un corazón cristiano, tratará de convencernos de que vivir la vida como él la vivió es el mejor camino para encontrar esa vida, ese sentido, ese ánimo que todos buscamos y deseamos encontrar. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Celebremos agradecidos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús, el que no nos deja solos, el que nos sigue amando hasta el extremo, hasta el extremo de regalarnos su cuerpo y su sangre, su persona entera. Con él es mucho más sencillo recorrer el camino de la vida. La presencia amorosa de Cristo está presidiendo nuestra historia.

Dios te bendice Oramos: “Viva Jesus Sacramentado. Viva y de todos sea amado”. “Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar. Sea por siempre bendito y alabado”