Por Javier Leoz
1.- Nunca, como hoy, ha salido a la palestra la figura del sacerdote (para bien y para mal) muy especialmente desde la entrada en el Ministerio Petrino del Papa Francisco. Parece como si, el éxito de la pastoral, la vuelta del pueblo a las iglesias, la credibilidad de la Iglesia o la Nueva Evangelización dependiera en sobremanera o exclusivamente de la figura del sacerdote.
Ciertamente algunas de las afirmaciones del Papa Francisco nos vienen como anillo al dedo:
-“Sacerdotes con olor a oveja”
-“No pueden ser sacerdotes con cara de vinagre”
-“Sean pastores y no funcionarios”
-“Alegres y no tristes”
-“Ojo con los curas del siempre “no”
Muchas frases más, en este domingo del Buen Pastor, podríamos traer a este momento de reflexión. Pero, lo importante, es huir de una tentación: no todo depende del “buen pastor” o “mal pastor” que sea el sacerdote. Porque, no lo olvidemos, la misión de evangelización pasa por cada y una de las manos de aquellos que dicen ser cristianos pero que, en muchos casos, también son “malos cristianos” porque olvidan que, la fe, no depende del sacerdote en cuestión sino de la fuerza del Espíritu Santo y también del esfuerzo personal de cada uno por descubrir, amar y seguir a Jesús.
2.- De poco servirán los sacerdotes “con olor a oveja” si los católicos que viven a nuestro lado no desean tener aroma a Cristo sino perfume a lo mundano. A nada conducirá (excepto a un buen rollito) de curas con permanente sonrisa en los labios, si, delante de nosotros, tenemos una asamblea triste, sólo cumplidora y salvando el expediente de cada sacramento. Nada aportará, la figura de un buen pastor que no sea funcionario, si, los fieles, sólo reclaman del sacerdote que esté cuando yo quiero que esté y para lo que yo quiero que esté. O estéril será la alegría de un sacerdote si, en frente, se da de bruces con una comunidad cristiana que apenas se le escucha en sus respuestas a la eucaristía, que enmudece en los cantos o que se sitúa al final de la iglesia como si en el altar ocurriera algo que no va con ella.
3.- Y es que, la fiesta del Buen Pastor, es un día muy indicado para felicitar a tantos sacerdotes que intentamos llevar esta obra de Dios adelante.
-Unas veces lo haremos con alegría, y otras veces porque estamos rotos con desconcierto
-Unas veces lo haremos desde el corazón, y otras veces mecánicamente cuando nos encontramos agotados
-Unas veces lo haremos con placer, y otras con cara de vinagre cuando vemos que la fe sólo significa algo en momentos puntuales, mercantilistas o de proyección social
-Unas veces diremos que “si”, y otras veces tendremos que decir que “no” cuando creemos que se rebasa el sentido común de las cosas, se deja de lado el Misterio o se quiere una religión a la carta o un sacerdote “a mi manera”..
4.- Será difícil alcanzar la meta que Jesús nos propone. Será ardua la tarea de que, los pastores que dirigen la Iglesia, seamos tal y como Jesús se nos mostró. Pero siempre nos quedará el empeño de no abandonar cuando “tantos lobos” intentan apagar la voz de la verdad de Dios y, otras veces, arremeter contra los pastores que –con pecados y virtudes- intentan/intentamos orientar la vida de nuestras comunidades cristianas.
-Demos gracias al Señor, en este Domingo IV de Pascua, porque sigue encabezando nuestro peregrinar por esta tierra e, incluso, dando la vida por cada uno de nosotros.
-Os pedimos, en este Día del Buen Pastor, una oración por nosotros (por los sacerdotes). Grande la misión que nos ha encomendado el Señor, y muy frágiles en muchas ocasiones nuestras fuerzas. Por nuestras debilidades, pecados e inseguridades.