El mes de mayo ha sido, tradicionalmente, para los católicos, el mes dedicado a María.
Madre, maestra, discípula, creyente, peregrina… hay muchos títulos que nos permiten acercarnos a María desde la fe. Buscamos que su vida sea para nosotros un ejemplo de fidelidad, de coraje y valentía.
La vemos muy cercana a nosotros, quizás porque la vemos tan humana, tan real, tan capaz de amar y servir, la vemos capaz de reír y llorar, de celebrar las alegrías de la vida, pero acoger los golpes que también vienen. La vemos como una de los nuestros, y nos sentimos un poco suyos, un poco hijos, un poco necesitados de su protección.