Santuario Nuestra Señora de los Milagros

UNA IMAGEN… UNA PALABRA

El pasaje evangélico de hoy relata un milagro,Lunes XXXIII Ordinario

que resulta especial por el hecho de ser el cuarto y último de los realizados por Jesús camino de Jerusalén. San Lucas, con la curación del ciego, confirma el cumplimiento cabal del programa que Jesús presentó en la sinagoga de Nazaret identificándose con el texto de Is 61. Él ha venido, en efecto, a «dar vista a los ciegos».

 

El grito de la misericordia. Nuestro ciego, al tener noticia de que pasaba Jesús, gritó insistentemente. Cuando alguien pide algo a gritos es que lo necesita mucho. Este ciego no pedía una limosna, ni recuperar la vista, ni nada en concreto. Se dirigió directamente al corazón de Cristo implorando misericordia: “Hijo de David, ten compasión de mi». Desobedeció a quienes le mandaban callar y su grito provocó el diálogo con Jesús, su sanación y el seguimiento (por este orden). Un primer impulso nacido de la precariedad le alcanzó la visión, la dicha, la fe. Había nacido un apóstol. Y consiguió que otras gentes, al verle y escucharle, alabaran también a Dios.