Ya desde el Nacimiento se apunta esa cruz:
de la historia, de la vida, de la encarnación.
Dios que se hace muy pequeño, y no elige para nacer los salones de gala, las clínicas modernas o los hospitales llenos de seguridades de nuestros tiempos; elige un tiempo de pobreza, y un lugar al margen del imperio.
Elige una familia humilde.
Elige la incertidumbre frente a tenerlo todo asegurado. Porque sabe que solo ahí, en la cuneta de los caminos, tendrán acceso a él los desheredados de la historia.
Y esa ser, una y otra vez, su manera de estar en la vida y en el mundo. En los márgenes. En el pesebre…