¡Qué esperanza inmensa y qué alegría
cuando uno descubre que a pesar de no ser digno en absoluto de ello tiene tan cerca al Hijo de Dios
y recibe de Él el Amor Misericordioso de Dios!
¿No se os llenan los ojos de lágrimas? De consuelo, de alivio, de esperanza…, lágrimas de alegría. Sentirse amado, perdonado, declarado amigo por Jesús, siendo yo tan pobre, tan pecador, tan miserable… Y eso, precisamente, fue lo que hizo cambiar radicalmente la vida de tantos que se encontraron, y se encuentran, con Jesús; eso, lo que puede hacernos cambiar de verdad el corazón y la vida también a nosotros, y a muchos.
Nos sabemos y sentimos amados y perdonados por Jesús, por Dios.
Dejemos que Él cambie nuestra vida y haga de nosotros transmisores para otros pobres y pecadores del Amor que salva y que nos viene de Él.
El Año de la Misericordia, que estamos celebrando, nos ayudará.
FELIZ DÍA A TODOS…