La ternura de Dios sigue haciéndose una vez más alternativa.
Si la dejamos rompe de nuevo toda la jerarquía de una navidad de escaparates.
Hace visitas inesperadas a enfermos; regala tiempo y no objetos;
invierte a fondo perdido en quietud, oración y reconciliación
y sustituye las felicitaciones impersonales de los móviles por palabras de vida,
que ayuden a restañar heridas del camino.
La ternura alternativa acoge soledades, sufrimientos familiares y afronta los contratiempos de la vida tal como vienen,
anunciado que Dios nace para todas y cada una de nuestras historias.
Depende de nosotros, un año más a las puertas de la fiesta del Apóstol Santiago, abrirle la puerta y dejar que se quede para siempre.