Lo que verdaderamente importa no se puede convertir en mercancía. Cada vez son menos cosas, es verdad. Pero, por más que haya quien también hace negocio de ello, para la gente más normal el amor de verdad ni se vende ni se compra. La amistad se encuentra y se disfruta, pero no se posee. La fe no se adquiere a golpe de tarjeta. Y sentido de la vida no se obtiene en los grandes almacenes (todo lo más te llevas a casa sucedáneos). La trampa de la lógica del tener es intentar convertirnos en aquello que adquirimos. Porque las cosas importantes se viven y dejan huella aunque se alejen; no son de usar y tirar. Lo esencial no es de temporada, y a veces ni siquiera se ve.
UNA IMAGEN… UNA PALABRA
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