Santuario Nuestra Señora de los Milagros

SOR DORINDA SOTELO… MULLER e MÁRTIR OURENSANA

Naceu en Lodoselo (Ourense) o día dezaseis de febreiro de 1915.dorinda-sotelo

Era filla de Manuel Sotelo e Rosa Rodríguez.

Á morte da súa nai, Dorinda tiña 14 anos, tres irmáns máis pequenos e o seu pai sumido na tristura.

Foi educada no colexio da Purísima de Ourense, admitida neste o 29 de setembro de 1930.

O 8 de decembro do mesmo ano ingresou como aspirante na Asociación de Fillas de María Milagrosa.

Resultou ser moi aplicada e progresou bastante durante os case tres anos que permaneceu no Colexio, finalmente asume a decisión de entrar na Compañía das Fillas da Caridade. O 13 de marzo de 1933 sae do Colexio en direción a León e dende alí vai a Madrid para facer a entrada ao Seminario (noviciado) da Casa Central de Madrid.

O 20 de maio de 1933 cumpríanse os desexos, era Filla da Caridade. Esta vicenciana das Fillas da Caridade foi perseguida no período previo da guerra. Destinada en Barcelona estivo refuxiada na casa do doutor-médico facéndose pasar por criada. Foi denunciada e executada no Monte Tibidabo o 24 de outubro de 1936.

Tamén a Vicenciana «Hijas de la Caridad» Sor Ramona Cao Fernández que naceu en A Rúa no ano 1883 morreu no tren de Xaén a Madrid no que sería denominado «Tren da morte».

Tomado de: HERNÁNDEZ FIGUEIREDO, J.R. Las Hijas de la Caridad en Ourense. Beneficiencia y enseñanza (siglos XIX e XX),

Deputación de Ourense, 2007, 251-253.

 

TESTIGO DE FAMA: SOR PRUDENCIA, HIJA DE LA CARIDAD DEL COLEGIO «LA PURÍSIMA» (OURENSE)sor-prudencia

En el Colegio La Purísima, como en todas las casas de las Hijas de la Caridad y Padres Paúles de la provincia, hay alegría ante las causas de beatificación abiertas en las que, entre otras, figuraba Sor Dorinda.  En la Voz de Galicia, del 06 de marzo de 2007, José Manuel García hacía la siguiente entrevista a Sor Prudencia, testigo de Fama en el proceso de Beatificación, abierto en Valencia. 

-¿Cómo se siente?

-Con mucha alegría. Cuando la causa llegó a Roma, había que hablar a los alumnos sobre Dorinda Sotelo. El profesorado me escogió a mí y lo hice lo mejor que supe y pude. A los pocos días una niña exclamó en clase que Sor Dorinda le había concedido una gracia y era que en un examen le había salido lo que mejor sabía. La futura beata fue una jovencita que pasó por este colegio, llena de virtudes, modelo para los alumnos y es una honra llegar a tenerla en los altares. Sus maestras aquí fueron sor Micaela Amblás, sor Asunción López, sor Sabina Díaz de Cerio y las demás.

-¿Esta mujer hizo algún milagro?

-Al ser mártir no se precisa. Sólo hay que demostrar el martirio. Sí concedió gracias singulares.

-Dígame una.

-Pues se inició la causa de beatificación de varias Hijas de la Caridad mártires y no estaba ella. Un día salía yo del ascensor y enfrente está el aula que lleva su nombre. Y se me ocurrió decirle: «Pero Sor Dorinda, por favor, ¿eres tan humilde y sencilla que también en el Cielo quieres ser así y dejas de ser modelo para los jóvenes que aquí se educan?» Al mes recibimos una llamada informando que estaban en acción las postuladoras con la causa de sor Dorinda y su compañera sor Toribia. También debió influir en mí cuando quise ser Hija de la Caridad y miraba su foto. Mi madre no me dejaba ser monja.

-¿Cómo fue su participación como testigo?

-Tuve una declaración jurada ante el párroco. La causa se abrió en Valencia. Luego tuve que ir ante el tribunal allá. E impone. Tenía miedo pero todo salió bien. Yo soy testigo de fama, porque conozco las virtudes de Sor Dorinda de las que hablaban todas las hermanas. Luego el expediente se llevó en mano a Roma por la postuladora.

-¿Y cómo demostraron el martirio de Dorinda Sotelo?

-Demostrarlo con la partida de defunción dio mucho que hacer. En Madrid buscaron por Internet. El caso es que un día apareció un señor mayor llamando a las puertas de la casa donde estaba la postuladora y le dijo que conocía a Dorinda y a Toribia; que era miliciano, que presenció todo en el 36, que le dio pena y que sabía dónde estaban sus restos. Para cobrar, los milicianos tenían que demostrar que habían matado a sus víctimas. Y la partida de defunción apareció en un hospital de Barcelona. Fue el mejor testigo que se pudo tener, algo milagroso.