Santuario Nuestra Señora de los Milagros

HOY CELEBRAMOS…

BEATA SOR LINDALVA, Hija de la Caridad

Al hablar de las Hermanas difuntas San Vicente decía: “Piensen cómo eran, qué es lo que hacían y anímense a imitarlas”.

Esto mismo nos diría hoy sobre Sor Lindalva Justo de Oliveira, Hija de la Caridad de Brasil que ha sido beatificada el 2 de diciembre de 2007 en San Salvador de Bahía, Brasil.

Sor Lindalva nació el 20 de octubre de 1953 en un pequeño poblado, Malhada de Arena, municipio de Acu, Río Grande del Norte, Brasil, hija del segundo matrimonio de Juan Justo de Fe (viudo) y de María Lucía de Fe, de cuyas nupcias nacieron 12 hijos.
Lindalva, la sexta hija del matrimonio, ya daba señales de una especial predestinación pues se entregaba con naturalidad a las prácticas de piedad.

Creció como una niña normal de aspecto gracioso, piadosa y muy sensible para con los pobres, de tal forma que aún joven sorprendió a la familia dando su propia ropa a los necesitados. Trasladándose a Natal, estudiaba y trabajaba para mantenerse y ayudar a la familia. Todos los días visitaba a los ancianos del Instituto Juvino Barreto.

En 1988, después de la muerte de su padre, a quién atendió en los últimos años de su enfermedad y vejez, entra en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Fue pasando las etapas de su formación en la práctica de las virtudes, en el amor a la oración, en la obediencia alegre, en la coherencia de vida y en la comprensión hacia los demás; luchaba por crecer en el camino de la perfección. Se notaba en ella un gran amor a los pobres.

Terminado el Seminario (noviciado) fue enviada a un asilo de ancianos: “Abrigo Don Pedro II” en San Salvador de Bahía, recibiendo el servicio de coordinar una enfermería de 40 ancianos. A la caridad unía el celo espiritual por sus asistidos, procurando llevarlos a Cristo por la buena palabra. Su conducta era impecable, alegre, pura, modesta y cariñosa para con todos. Aún encontraba tiempo para visitar a los pobres en sus domicilios y buscaba medios para cubrir sus necesidades materiales. Lindalva se sentía feliz y realizada en su trabajo.

Un hombre que se encontraba en el asilo, Augusto da Silva Peixoto, comenzó a asediar a Sor Lindalva. Ella experimentó miedo, confió su situación a las Hermanas y se refugió en la oración. Su amor por los ancianos la mantenía en el asilo.

Por la mañana del viernes de la Semana Santa de 1993 sor Lindalva había participado, muy temprano, en el Vía Crucis en la Parroquia del Buen Viaje. Al regresar fue a servir el desayuno a los ancianos. Subió las escaleras de la enfermería y se puso a servir pan y café con leche para los ancianos. Todos ellos estaban en fila esperando. La Hermana, atenta con el café, tenía la cabeza baja cuando sintió que le tocaban el hombro. Se volvió y tuvo tiempo apenas de ver el rostro enfurecido del hombre que había conocido hacía pocos meses. En seguida, recibió docenas de cuchilladas por todo el cuerpo. Los médicos legistas encontraron en el cuerpo de Sor Lindalva 44 perforaciones.

En aquel Viernes Santo, cuando Cristo moría en la cruz, ella moría en la enfermería uniéndose así a la pasión que un poco antes acababa de celebrar en el Vía crucis.

El cardenal Lucas Moreira Neves, O.P., primado de Brasil, en su entierro dijo: «Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida religiosa con el martirio». Fue beatificada el 2 de diciembre de 2007 en Salvador de Bahía por el cardenal Saraiva como delegado de Benedicto XVI.

Algunos de sus pensamientos:

“Nací para entregarme a Dios en la persona de los pobres y no deseo más nada, Señor, que vivir esa entrega con dedicación total y un grande amor”

“Cuando Dios llama no vale esconderse; más pronto o más tarde la voluntad de Él prevalecerá»