Es el tuyo un espíritu de sabiduría.
No la de los títulos ni los créditos académicos.
No la del licenciado o el doctor.
No la del trívial o el saber enciclopédico.
No la de la erudición ni la del altísimo coeficiente intelectual.
¿Cuál, entonces?
La sabiduría que nos enseña a distinguir lo importante de lo accesorio.
La que nos enseña a mirar a las personas y ver eso, personas, en toda su complejidad.
La sabiduría que nos dispone a apostar, en la vida y cada día, por lo que verdaderamente merece la pena: el evangelio, el amor a imagen del tuyo, la justicia compasiva con los más débiles.
Tú Sabiduría, Dios del Amor
FELIZ DÍA A TODOS…