Tu gloria, Señor, es que mi vida te refleje.
Que mi risa hable de un Dios risueño,
y mi inquietud de un Dios cercano, preocupado por los suyos.
Tu gloria es la mano que tiendo, y la que acepto,
la palabra que me regala aprecio y esperanza, la mirada que adivina posibilidades.
Tu gloria es que se estremezcan mis entrañas porque descubro que el otro es mi hermano.
Que sane la herida injusta.
Y que el verdugo guarde el arma para siempre.
Tu gloria, Señor, somos nosotros, capaces de incendiar el mundo con tu evangelio.
Guárdanos, Señor… ayúdanos y fortalece nuestras vidas de fe…
FELIZ DÍA A TODOS…