Santuario Nuestra Señora de los Milagros

CON FLORES A MARÍA…

 

Claveles en ramilleteclaveles en ramillete

  1. Entre las varias especies de clavelinas hay una que florece todas las estaciones del año, saca sus varitas rectas, produce sus tallos con una piña de botoncitos, y éstos, cuando revientan, forman un ramillete. Si bien no son tan grandes como otros de su especie, pero tienen el don de abrirse muchos a la vez en una misma piña: su olor especial. Los unimos a dos virtudes: la magnanimidad y la magnificencia
  1. Ordenada la vida según Dios y en Dios, y sentado el orden, se ha de preparar el ánimo para dos actos, el uno es ejecutar lo que la ley manda, Dios inspira y la conciencia dicta, y el otro sostener con constancia y firmeza y con ánimo invicto, el orden puesto a nuestra vida en medio de las batallas, contradicciones y oposiciones que encuentra de todos lados la virtud; y estos actos pertenecen a la magnanimidad. Es una virtud que nos da un corazón grande, infractible, capaz de emprender cuanto Dios desea. El decaimiento de ánimo, un abatimiento de fuerzas morales o la pusilanimidad, mata el alma. Si las empresas que Dios desea traen consigo gastos de mucha consideración, en su ejecución necesitamos otra virtud compañera de la magnanimidad, y es la magnificencia.

 

  1. Y, la Virgen María, fue magnánima en toda su vida. Nos vio perdidos a todos, propuso en su ánimo salvarnos; perseveró en su propósito y lo consiguió. En la muerte de su Hijo stabat mater recibió en su corazón los golpes terribles que caían sobre su Hijo; la lanza traspasó su alma y no se intimidó, ni se acobardó, ni desfalleció.
  1. Después que has resuelto, asumido y propuesto practicar la virtud, venida la ocasión, en tiempo de pruebas, de tentación y de contradicción, ¿cómo te portas? ¿decae tu ánimo? ¿te desalientas? ¿desmayas y desfalleces? Tu corazón ¿se mantiene siempre abierto, siempre grande, invicto, firme, invulnerable? Medítalo bien, y guárdate de la pusilanimidad y del apocamiento espiritual: coge esta magnanimidad y al dar a María tu flor, dile:

 

Oración:

Recibe, Madre mía, la flor de hoy, es el clavel ramillete, emblema de mi magnanimidad.

Yo te prometo y me propongo guardar entero, sincero nunca abatido, decaído ni pusilánime mi ánimo en tiempo de prueba y de tentación.

Une mi ánimo al tuyo, y será siempre magnánimo.

A tu cuidado y solicitud maternal fío este ramillete de clavelinas. Amén.