Claveles en ramillete
- Entre las varias especies de clavelinas hay una que florece todas las estaciones del año, saca sus varitas rectas, produce sus tallos con una piña de botoncitos, y éstos, cuando revientan, forman un ramillete. Si bien no son tan grandes como otros de su especie, pero tienen el don de abrirse muchos a la vez en una misma piña: su olor especial. Los unimos a dos virtudes: la magnanimidad y la magnificencia
- Ordenada la vida según Dios y en Dios, y sentado el orden, se ha de preparar el ánimo para dos actos, el uno es ejecutar lo que la ley manda, Dios inspira y la conciencia dicta, y el otro sostener con constancia y firmeza y con ánimo invicto, el orden puesto a nuestra vida en medio de las batallas, contradicciones y oposiciones que encuentra de todos lados la virtud; y estos actos pertenecen a la magnanimidad. Es una virtud que nos da un corazón grande, infractible, capaz de emprender cuanto Dios desea. El decaimiento de ánimo, un abatimiento de fuerzas morales o la pusilanimidad, mata el alma. Si las empresas que Dios desea traen consigo gastos de mucha consideración, en su ejecución necesitamos otra virtud compañera de la magnanimidad, y es la magnificencia.
- Y, la Virgen María, fue magnánima en toda su vida. Nos vio perdidos a todos, propuso en su ánimo salvarnos; perseveró en su propósito y lo consiguió. En la muerte de su Hijo stabat mater recibió en su corazón los golpes terribles que caían sobre su Hijo; la lanza traspasó su alma y no se intimidó, ni se acobardó, ni desfalleció.
- Después que has resuelto, asumido y propuesto practicar la virtud, venida la ocasión, en tiempo de pruebas, de tentación y de contradicción, ¿cómo te portas? ¿decae tu ánimo? ¿te desalientas? ¿desmayas y desfalleces? Tu corazón ¿se mantiene siempre abierto, siempre grande, invicto, firme, invulnerable? Medítalo bien, y guárdate de la pusilanimidad y del apocamiento espiritual: coge esta magnanimidad y al dar a María tu flor, dile:
Oración:
Recibe, Madre mía, la flor de hoy, es el clavel ramillete, emblema de mi magnanimidad.
Yo te prometo y me propongo guardar entero, sincero nunca abatido, decaído ni pusilánime mi ánimo en tiempo de prueba y de tentación.
Une mi ánimo al tuyo, y será siempre magnánimo.
A tu cuidado y solicitud maternal fío este ramillete de clavelinas. Amén.