Asegura el viejo pensador:
“Mira dentro de ti. Allá está la fuente del bien,
que nunca se agotará con tal de que vayas excavando tu interior en cada instante”.
La Pascua, nos invita a descubrir esa alegría de esa fe cristiana que,
a veces, tanto disimulamos y tanto nos cuesta manifestar.
Entregar una flor “tulipán” a Santa María conlleva descubrir la belleza
y el colorido que aporta el mensaje de Cristo cuando se vive y se cuida con intensidad y con interés.
El “tulipán” florece a los cien días de ser sembrado y, después, va apagándose para en el próximo año y con el mismo bulbo volver a nacer.
María nos recuerda que la Palabra de Jesús se cumple.
Vivamos con alegría y cerremos los ojos a este mundo con la misma alegría y certeza de saber
que volveremos a encontrarnos por aquel que triunfó sobre la muerte: CRISTO.
Así lo sintió Ella, ni corta ni perezosa ( con la alegría de llevar en sus entrañas a Jesús) se puso en camino para hacerle saber a Santa Isabel lo que el ángel le había hecho partícipe.
Mientras tanto, muchos de nosotros, aletargados y enmudecidos por no sé qué miedos o temores en los rincones de nuestras sacristías.
Que no se apague el fuego de Pentecostés.