Santuario Nuestra Señora de los Milagros

Domingo de Ramos

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo
Hoy es DOMINGO de RAMOS

Lectura Evangelio según San Marcos, 14, 1-15.47 Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:

  • «Tú lo dices».
    C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
    S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
    C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre. Pilato les preguntó:
    S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
    C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
    Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
    S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
    C. Ellos gritaron de nuevo:
    S. «Crucifícalo».
    C. Pilato les dijo:
    S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».
    C. Ellos gritaron más fuerte:
    S. «Crucifícalo».
    C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
    S. «¡Salve, rey de los judíos!».
    C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz. Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
    Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
    S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
    C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
    S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
    C. También los otros crucificados lo insultaban. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
  • «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?». «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
    C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
    S. «Mira, llama a Elías».
    C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
    S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
    C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
    S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

Palabra del Señor

Reflexión: La hondura, dramatismo, tristeza, silencio, queja, burla, confianza, muerte…y un largo número más de sentimientos y circunstancias, que se le presentan al cristiano-lector-orante de la Pasión de Cristo no lo pueden dejar indiferente. Releyendo el evangelio de la conmemoración de la entrada de Jesus en la ciudad santa, y meditando sobre él, aparecen concomitancias entre Cristo y el pollino que lo transporta. A saber: humildad, pobreza, mansedumbre… Además, escribe Marcos “encontraréis un pollino atado, que nadie había montado todavía” (11, 12), pudiéndose colegir de ello la pureza y limpieza del jumento donde se asienta el “Príncipe de la Paz”.

Todo seguidor de Jesús, tiene que ser portador de la paz, llevarla en sus hombros, manifestarla con su palabra y sus obras. Si, al menos al final de esta Semana Santa de este año especial, pudiésemos hacer nuestra la frase del Centurión: «Realmente este hombre era Hijo de Dios», no estaría todo perdido y sería el principio de esta otra pregunta: «¿Seré yo?» y que, de hacérnosla, nos llevaría a un cambio de vida y a un mayor seguimiento del Cristo Resucitado en la noche santa de la Vigilia-Pascual.

Si la vivencia de este domingo, así como el del Triduo Pascual, nos llevan a preguntarnos «¿Seré yo?» es un buen principio para gritarle a Dios ¿por qué nos has abandonado? que hará que la noche de Pascua resuenen en nuestro corazón las palabras del centurión: «Realmente este hombre era Hijo de Dios».

Feliz y provechosa Semana Santa que debe culminar en la alegría compartida de la Pascua de Resurrección de Cristo.

_* Dios te bendice…* “EN verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, siendo inocente, se dignó padecer por los impíos, y ser condenado injustamente en lugar de los malhechores.
De esta forma, al morir, borró nuestros delitos, y, al resucitar, logró nuestra salvación.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles, aclamándote llenos de alegría: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”.