Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Domingo XVI Ordinario, B

Evangelio según San Marcos 6, 30-34 En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

Palabra del Señor

Reflexión. Las palabras del profeta Jeremías, en la primera lectura de hoy, son una advertencia y una llamada a la esperanza. Por medio de ellas Dios sigue recordándonos que somos responsables de los demás, no porque sean de nuestra propiedad, sino porque son nuestros hermanos. Una advertencia que debemos tener muy presente cuando tenemos personas a nuestro cargo (fieles, familiares, empleados, alumnos, enfermos, compañeros…). Y una llamada a la esperanza realizada ya en Cristo, nuestro pastor. Jesús es el modelo definitivo para asumir responsabilidades hacia los demás: es el buen pastor, siendo suyas las ovejas nunca le guía otro interés que el bien de ellas y siempre respeta su libertad, aunque ello le cueste la vida (Jn 10, 1-18).

Por otra parte, vemos como Jesús cuida de los apóstoles, a quienes les ha encomendado un importante ministerio. Les procura un tiempo y un lugar para el descanso. Hay mucho trabajo por hacer, pero para ello hay que reponer fuerzas. La motivación última es la compasión: Jesús se compadece de los apóstoles, que vuelven cansados de la misión a la que han sido enviados, y también de la multitud “porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”.

No le mueve un voluntarista sentido del deber que le permite mantener la calma, sino la infinita misericordia con que Dios ama. Un equilibrio que sólo es posible estando abierto a la gracia de Dios.

Por todo ello, San Pablo nos habla en su carta a los Efesios de cómo Jesucristo ha derribado la separación entre dos pueblos: se refiere a la diferencia que los judíos establecían entre ellos y el resto de los pueblos (los gentiles). En este pasaje insiste varias veces en la transformación obrada por Jesucristo: ha sustituido el odio por la paz dando origen a un único rebaño.

La resonancia en el Evangelio de la profecía de Ezequiel es clara: Jesús es el Mesías prometido por Dios que reúne a las ovejas dispersas. Ya no se trata de una dispersión meramente geográfica, sino de la vuelta al Padre, que no quiere que se pierda ni una sola de ellas.

Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.