Hoy Jesús nos pide que mantengamos esa relación profunda con él. Como la vid y los sarmientos. Como los buenos amigos. No nos pide que pasemos el día entero en la Iglesia rezando. Los amigos no lo son más por estar todo el día juntos. Pero sí que mantengamos ese vínculo profundo, que dejemos que su savia nos llegue adentro y nos de la vida que necesitamos para dar fruto. ¿Qué frutos? Pues, como dice la segunda lectura, los frutos van a ser cumplir su mandato, es decir, que nos amemos unos a otros.
Ese es el fruto que tenemos que dar: “frutos de amor para la vida del mundo”, como dijo el Concilio Vaticano II. Que los demás se sientan apreciados y valorados, acogidos con misericordia y comprensión, que sembremos la paz y la serenidad a nuestro alrededor, que renunciemos a la violencia, que seamos honrados en nuestro trabajo. Esos son los frutos que daremos si permanecemos unidos a Jesús. Pero, como también dice la segunda lectura, que “no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos.”
Feliz Domingo o todos…