Pedro se adelanta a responder a modo de portavoz de todo el grupo y hace toda una declaración breve, pero profunda sobre Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo«. Es una respuesta bastante más completa que la que dieron en la barca, después de la tempestad. Y esa declaración de fe será el cimiento, la piedra, sobre la que Jesús levantará su futura Iglesia («mi Iglesia»). Pero hay que decir que, a pesar de la bienaventuranza de Jesús dirigida a Pedro… su confesión necesita ser purificada. Su concepto de «Mesías» habrá de modificarse mucho a partir de la experiencia pascual (el fracaso, el rechazo, la cruz y la resurrección), dejando a un lado muchas connotaciones y expectativas que no coinciden con el proyecto de Jesús. De ahí que les mande silencio sobre ese título. Y ciertamente ningún apóstol puede atreverse a «atar y desatar» como el mayordomo de la primera lectura.
Nunca tenemos cerrada y completa nuestra experiencia de fe. Lo que «decimos» de Jesús tiene que seguir madurando. Lo que digamos ha de ser experiencia personal vivida. Y la fe eclesial/comunitaria de los apóstoles y la revelación progresiva de Dios (ni la carne ni la sangre) lo irán haciendo posible… si no nos encerramos en nuestras ideas y subjetivismos personales. Nuestra fe es siempre eclesial/comunitaria, aun cuando sea (debe serlo) personal.
Feliz Domingo… día del Señor… de la familia Cristiana…