En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Domingo XIV Tiempo Ordinario.
- Evangelio según Mateo 11, 25-30* EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor
Reflexion El profeta Zacarías nos habla del Señor de la paz, que elige un asno y no un caballo, anunciando lo que hará Jesús en su entrada a Jerusalén. Esa elección no es casual ya que nos aleja de la imagen de un Señor guerrero o de un rey y nos habla de un camino recorrido desde la humildad. Se trata de un Señor humilde y pacifico, que desde su modestia derrotara a sus enemigos y traerá la paz, no sólo a los elegidos de Dios que en ese contexto era el pueblo judío, sino a todas las naciones sin distinción ni de origen ni de creencias.
El Salmo en sintonía con la Primera Lectura es un himno de alabanza, de acción de gracias, de reconocimiento. A la vez que se alaba la grandeza y la majestad de Dios, se reconoce su bondad y su misericordia. Bendecir, es bien-decir, y que mejor palabra que puede salir de nuestra boca que la que ensalza la bondad y el amor de Dios.
La segunda lectura hay que entenderla dentro de las enseñanzas de Pablo sobre el bautismo que comenzaron el domingo anterior. El Bautismo es el sacramento que nos hace miembros de la Iglesia, y como tales recibimos el don del Espíritu Santo. Entrar en la Iglesia nos abre al camino de la vida divina. Como cristianos ya no estamos sujetos a la temporalidad de lo material, sino abiertos a una realidad trascendente que nos impulsa, el Espíritu Santo. Pablo insiste en que si cultivamos lo trascendente, estaremos sembrando vida. Lo corporal es para Pablo lo material, esas cosas que nos limitan, nos ocupan y nos preocupan llenando nuestro tiempo e impidiendo que nos ocupemos de los verdaderamente importante que es vivir cultivando y trasmitiendo los dones del Espíritu divino.
El texto evangélico actualiza la visión de Zacarías. Jesús se presenta como el Hijo de Dios, pero no el hijo triunfal que podríamos esperar, sino un hijo humilde y sencillo. Es el Hijo que ha recibido todo del Padre y que actúa según su voluntad.
Un Mesías que nos muestra el camino para llegar a conocer al Padre. Y ese camino se muestra a los sencillos y humildes, porque así es el mismo Jesús, humilde y sencillo.
Yo puedo esforzarme por saber y por conocer, pero mis esfuerzos sin la gracia de Dios, sin la fuerza del Espíritu que los guíe, son estériles. Jesús nos llama a todos, especialmente a los cansados y agobiados porque en Él, en su mensaje, encontraremos el descanso.
Cuando el texto habla del yugo que debemos cargar está hablando metafóricamente de asumir su estilo de vida. No se trata de un yugo pesado lleno normas limitativas como las que los fariseos imponían a los judíos, sino de una herramienta que nos une a Él en nuestro camino, fácil de llevar, ligera, siempre que nuestro corazón sea humilde y sencillo.
Nuestras dificultades no surgen del mensaje de Jesús, sino de nuestras propias limitaciones que nos hacen sufrir. La traducción bíblica original de llevadero es “hrestos” que significa algo así como adaptable, versátil.
El Evangelio de hoy es una invitación a conocer y aprender de la figura de Jesús, de un Jesús que nos muestra al Padre con su vida y que nos invita a compartir, a llevar siempre con nosotros ese yugo ligero, ese estilo de vida que nos haga crecer en el amor.
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.