En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Domingo XV tiempo Ordinario. Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo Prevalece el Domingo pero como es de tradición felicidades a todas las que celebráis vuestra onomástica. Que la Virgen del Carmen nos defienda de todo mal y lleve, por la Misericordia de su Hijo, al cielo, a todas las almas del purgatorio.
- Evangelio según Mateo 13, 1-23* Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor
Reflexion La fecundidad de la Palabra de Dios depende de nuestra libertad y de nuestra capacidad de dejarnos influir por ella. Los frutos que llegue a producir dependen, por lo tanto, de la acogida que le demos. La Palabra de Dios no es una fuerza contraria a la libertad humana, ni su eficacia es la de la magia. La gracia De Dios nos capacita para responder.
En la segunda lectura vemos resaltada la esperanza. No debemos juzgar el presente con los criterios de lo que fue o de lo que es en la actualidad, sino desde la perspectiva de lo que puede llegar a ser. La creación entera, como dice san Pablo, está en un proceso de transformación. Transformación que es liberadora: estamos librándonos de la corrupción, del dolor, de la esclavitud, del pecado, de la muerte. Desde esta perspectiva nos es posible esperar la novedad: lo presente, deficiente, limitado, no es comparable a la felicidad ni a la plenitud que nos espera. Hemos, pues, de trabajar para construir ese futuro. Ese trabajo, esa espera activa, es también parte de la actitud de acogida de la Palabra de la que hablábamos antes.
Vivir en la esperanza implica no desesperar, aún en las peores circunstancias. Ante el desierto podemos caer en la tentación de la actitud derrotista, de pensar que la tierra no es fértil. Pero la Palabra es eficaz siempre que sea acogida. Si no desesperamos el desierto puede llegar a convertirse en un vergel. Nuestro Dios es un Dios de novedad inagotable: Él puede hacer nuevas todas las cosas.
Nuestro corazón es la tierra fértil en la que la Palabra es semilla. Como el agricultor, con esfuerzo y trabajo, podemos generar las condiciones adecuadas que hagan germinar esa semilla, que la permitan crecer y dar frutos abundantes. La tierra fértil va contagiando su fertilidad: el trabajo del corazón no es un trabajo egoísta, siempre está abierto a los demás, a unas relaciones más humanas, más fraternas. Los frutos de la Palabra de Dios no son solamente felicidad para uno, son además alegría compartida.
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.