Santuario Nuestra Señora de los Milagros

ES DOMINGO…

Evangelio según Juan 15, 1-8 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor

Reflexión. El Evangelio de hoy nos ofrece una bella imagen para ilustrar la relación del discípulo con Jesús. La imagen de la viña (vid-viñador) es una tradición muy presente en el Antiguo Testamento y nos recuerda la relación de YHWH con su pueblo Israel. A esta viña se pertenecía sólo por la sangre; en cambio, ahora Jesús afirma que Él es la “verdadera” viña y a ésta se pertenece sólo por la fe, sin importar que sean judíos o griegos; es decir, todos tienen la posibilidad de formar parte de la vid verdadera.

Jesús es la verdadera vid y nosotros las ramas. Nuestra vida espiritual, nuestra vida cristiana o nuestra vida de discípulos y discípulas, no se puede comprender sin esta unión con la persona de Jesús, la verdadera vid. De él recibimos toda la fuerza, toda la vitalidad y todo el amor para ser fecundos.

En realidad la insistencia del evangelio está en producir frutos y esto solo lo podemos lograr si permanecemos unidos a la vid. Se repite varias veces la palabra “permanecer” porque aquí está la clave para la fecundidad, una necesidad profundamente humana que nos toca a todos.

Este “permanecer” no indica solamente el estar presente, sino también incluye la unión recíproca, el conocimiento mutuo y el amor como la relación que hay entre el Padre y el Hijo. De hecho, Jesús también dice que el Padre permanece en El y El permanece en el amor del Padre. El mismo verbo aparece más de una vez en la Primera Carta de Juan que leímos.
Todo discípulo está llamado a ser fecundo, a producir frutos de buenas obras; es decir, no solo a amar de palabras o de labios para afuera, sino con obras y de verdad, como nos recuerda la segunda lectura.

En este camino de fecundidad es muy interesante la acción de Dios Padre, el viñador, que nos purifica por medio de la palabra y la gracia de Jesús. ¡El Viñador poda las ramas para que den más frutos todavía! Es un constante proceso de conversión y purificación para llegar a ser discípulos de Jesús. El matiz del verbo griego (genesthe) también nos da una pista de este proceso: llegar a ser.

El tiempo pascual es propicio para revisar nuestra vida de discípulos y discípulas a luz de Jesús resucitado. Tiempo de gracia para mirar nuestras prácticas comunitarias, eclesiales y personales. ¿Qué frutos estamos dando? ¿Nuestro amor cristiano puede verse en gestos y acciones concretas? ¿Cómo reaccionamos antes las “purificaciones” que recibimos en la vida? Y finalmente, ¿estamos glorificando a Dios con nuestras vidas llenas de ilusión, esperanza y misericordia?

Si las respuestas a estas preguntas no son positivas, seguramente nos producirá cierto dolor, cierta tristeza. Esto ya es el comienzo del trabajo del Viñador que ya empieza a podarnos e invitarnos a permanecer en Jesús. Así llegaremos a ser discípulos para la gloria de Dios Padre, el Viñador.

Personalizando esta palabra del evangelio, podemos preguntarnos acerca de nuestros anhelos y deseos más profundos como seres humanos. Si descubrimos esta necesidad de ser fecundos, de pasar por la vida dejando huellas significativas, de ser útiles al semejante… entonces ya estamos encaminados a ser discípulos de Jesús. Te propongo que entregues al Señor resucitado tus anhelos, esfuerzos, ilusiones, trabajos, frustraciones, etc., para que todo eso se llene de la Vida que él nos trae.

Sugiero estas palabras claves para la reflexión personal: vid-sarmientos; purificación-palabra de Jesús-dar más fruto; ‎permanecer-frutos-llegar a ser discípulos.

¡Cristo ha resucitado, Aleluya!

Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.