El Evangelio nos ofrece otra perspectiva de la misma realidad. La alegría se expresa en el anuncio de la Buena Nueva de la salvación realizado por Juan Bautista. Pero la acogida de esa noticia no nos puede dejar indiferentes. Tiene consecuencias para nuestra vida. Lo mismo que los que escuchaban a Juan le preguntaron qué debían hacer, hoy también nos podemos hacer la misma pregunta.
La respuesta de Juan no fue la misma para todos. Más bien tuvo en cuenta la diversa situación de cada persona. A unos se les pide compartir lo que tienen, a otros practicar la justicia, a otros no hacer daño a nadie ni abusar de su poder.
Ahora es cuestión nuestra mirar a nuestra vida y preguntarnos qué hemos de hacer. Quizá no valga la misma respuesta para todos. Y a cada uno le tocará ser honesto y aplicar su respuesta a su propia vida. En todo caso, hay que saber que corre prisa hacerlo porque ya está cerca el que nos “bautizará con Espíritu Santo y con fuego”.
Nuestra alegría no puede darse si no hay un verdadero cambio, una verdadera conversión. La Buena Nueva, si la acogemos en el corazón, nos cambia la vida y nos ayuda a descubrir el verdadero gozo: “el que viene es el que nos ama”.
Feliz Domingo a todos…