Queridos hermanos y hermanas:
Os anuncio una gran noticia,
hoy la vida ha triunfado sobre la muerte.
Alegrémonos y gocemos porque el Señor ha resucitado
y, con él, se nos abren las puertas a la esperanza,
a la alegría, al júbilo…
Podemos vivir la vida, porque la muerte ha sido vencida y porque nuestro fin último es gozar de la plenitud sin fin. San Ireneo de Lyón decía: “la gloria de Dios es que el hombre viva”. Y tenemos motivos más que suficientes para vivir con profundidad cristiana.
Por eso, lo que verdaderamente importa, no son las dificultades que podemos encontrar en el camino: “¿quién nos quitará la piedra?” sino el envío: “Que vayan a Galilea”, es decir, hay que volver al trabajo, a la familia; al contacto con los vecinos, amigos y enemigos. Queremos vivir, disfrutar este don precioso que nos regala el Resucitado: la vida. Él nos envía y nosotros no podemos, no debemos tener miedo al camino siendo testigos creíbles del Resucitado en: el mundo del comercio, la economía, la política, al trabajo diario. Hoy se nos invita a volver a la realidad de cada día, a la vida ordinaria; esa es vuestra Galilea. Allí Él está presente. Podemos decir al mundo una palabra última y definitiva, podemos proclamar al mundo que todavía existe la esperanza, que todavía hay futuro para todos más allá de donde llega el pensamiento; la vida es definitivamente posible, la vida es más fuerte que la muerte.
Por eso, celebrar la Pascua es intuir con gozo la Presencia del Resucitado, Él está ahí, siempre presente, en medio de nuestras pobres cosas, sosteniendo siempre todo lo bueno, lo bello, lo limpio que hay en cada uno de nosotros. Él está allí como una luz en la oscuridad, como un fuego en la noche. Celebrar la Pascua es apostar por toda la vida humana, desde el niño no nacido hasta el anciano enfermo terminal, es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado. Por eso, hoy es la fiesta de la vida, la fiesta de la esperanza de una vida nueva y plena, de una vida llena de sentido.
Demos gracias a Dios porque ha iluminado la historia de la Humanidad con la luz del Resucitado. Él hace posible que todas las noches, incluso las noches de nuestro corazón, estén llenas de claridad. Por eso, hoy podemos decir:
¡Oh noche más clara que el día! ¡Oh noche más luminosa que el sol!
¡Oh noche que no conoce las tinieblas!
¡Oh Cristo, luz del mundo, enciende nuestras lámparas apagadas,
rompe nuestras cadenas y alienta en nosotros tu Vida nueva!
¡Renueva en nosotros el deseo de seguirte siempre!
Que esta Pascua reavive en nosotros el Fuego de una esperanza renovada.
Cristo ha resucitado.
¡Feliz Pascua a todos!