La rosa es la flor mariana y mística por excelencia, capaz de conservar secretos e intuiciones espirituales: “blanca y sin espinas, porque no lleva la mancha del pecado; rosa, por el misterio de la Encarnación; roja, por el amor y la caridad con que ha accedido a la llamada del Padre y por el dolor sufrido al ver a su Hijo en la cruz”.
La rosa roja se volvió también el símbolo del Amor perfecto, al poderse asimilar también a Cristo además de a María; de oro, finalmente, en la gloria de la Asunción y, por asociación, describe también las bienaventuranzas paradisiacas, tanto que Dante imaginó a los santos en el Empíreo compuestos como una rosa alrededor de Dios.
Una rosa para cada fase de la vida de María. Así, para Piccolo Paci, nació probablemente también el rosario, o sea “corona de rosas”, “práctica devocional que ve una serie de oraciones intercaladas en la reflexión sobre los principales misterios de la vida de la Virgen y de Cristo precisamente como se recoge un bouquet de rosas”.