En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Sábado XXVI Ordinario. Nuestra Sra. del Rosario
Según la tradición la Virgen María se le apareció a santo Domingo de Guzmán en 1208 en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, que le enseñó a rezarlo y se lo entregó para que lo promoviera.
Evangelio según Lucas 10, 13-16 En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, «porque para Dios nada hay imposible»». María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
Palabra del Señor
Reflexion Dos actitudes en la vida de la Virgen que se nos transmiten para nuestro crecimiento: Alegría y Silencio.
Pablo VI en su carta Gaudete Domino, sobre la alegría cristiana dice: “De esta manera el hombre experimenta la alegría cuando se halla en armonía con la naturaleza y sobre todo la experimenta en el encuentro, la participación y la comunión con los demás. Con mayor razón conoce la alegría y felicidad espirituales cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable”.
Es una alegría fundamentada en la búsqueda y encuentro de Dios. Toda alegría nos puede parecer quebradiza ante los acontecimientos de dolor y sufrimiento, pero eso sólo pertenece a los momentos de tempestad por lo que hay que pasar para reconocer en nosotros que la presencia de Dios nos colma de su alegría.
El silencio por su parte, nos llama a la contemplación de la Presencia de Dios en nuestra vida, cómo nos libera y restaura cada día habitando entre nosotros. No es un Dios que se desentienda de su pueblo, sino que permanece presente mostrándonos un camino de sanación. Por eso, en el Silencio se hace necesario acallar las voces del dolor, de la incomprensión, del sin sentido, las voces de la tristeza, de la injusticia, para comprender cómo actúa Dios en nuestra vida. Dios escucha el grito de dolor que lanza su pueblo al cielo, pero una vez dado el grito, se necesita silencio para respirar y comprobar por donde nos viene el aliento de Dios.
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Este saludo es tranquilizador, porque se da muestra de la presencia de Dios. Inquietante porque ese saludo se hace personal y le interpela hacia un compromiso mayor. Con el mensaje de alegría se engendra la vida, y Dios tiene un proyecto para ese hijo que va a nacer: “Será grande…reinará para siempre”
Hoy es el día de la Virgen del Rosario. De ella heredamos la apertura de nuestro corazón lleno de confianza hacia Dios, pero ella siempre nos indica un camino para llegar a Él, su Hijo.
Con ella recibimos esa fuerza del Altísimo que nos cubre con su sombra y disipa toda duda, a pesar de que su fuerza desencaje nuestros proyectos. Necesitamos de la mirada de María, para volver sobre los pasos de Jesús y con Jesús y comprender que era necesario la presencia de Dios, para que el diálogo de la salvación se llenara de plenitud, de realización, de plena revelación.
Hágase en mí según su palabra: No es una frase fácil de pronunciar. Se necesita un corazón disponible, servicial, que comprenda la grandeza de Dios, que comprenda su habitar entre nosotros. María comprendió que en su sacrificio se abría la salvación para la humanidad. Confiarse en las manos de la Providencia, en las manos de Dios, supone una apertura de mente y corazón para que Dios actúe como salvación. Con María se abrió un horizonte de esperanza para la humanidad. Su libre adhesión a Dios procuró que la esperanza se abriera a la humanidad.
Oremos, para que, con María, sepamos pronunciar nuestro fiat a Dios Padre por la humanidad. Que su implicación en el proyecto de salvación nos encamine hacia una mayor profundización en nuestra fe, al servicio de quienes en este mundo sienten el sufrimiento y el pesar de la existencia. Que en María encuentren el consuelo de Dios.
Dios te bendice oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.