En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Jueves XVI Ordinario. Solemnidad Santiago Apóstol Santiago de Zebedeo, conocido como Santiago el Mayor, fue uno de los apóstoles que siguió al Señor y el primero en dar su vida por el Reino. La tradición considera que fue el primer evangelizador de España y que su cuerpo llegó a Galicia siendo enterrado en Compostela.
Evangelio según San Mateo 20, 20-28: En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Palabra del Señor
Reflexión. Es verdad, “este tesoro lo llevamos en vasijas de barro”. Este tesoro, que es vivir en amistad con Jesús, pertenecerle y seguir sus pasos, lo llevamos en vasijas de barro, nosotros, los cristianos de a pie, e incluso los santos. Ahí tenemos a Santiago, que para evidenciar su barro, su debilidad, deja que su madre pida a Jesús para él y su hermano Juan puestos de honor en su reino. Pero también es verdad, y esto es lo que queda al fin y al cabo, que Dios le sostiene y queda claro “que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”. Esa fuerza de Dios también la sintió y la vivió Santiago, dando su vida por Jesús y su evangelio: “El rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan”.
Jesús preguntó a Santiago y a Juan “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Y lo fueron, al darse cuenta de que los puestos de honor en el reino de Dios, en el reino predicado por Jesús, no es estar más arriba que nadie, por encima de los demás, sino ocupar los puestos de servidor, de entregar la vida por los hermanos, de ser él último, para que no se quede nadie fuera. “No he venido para ser servido, sino para servir”. Por predicar estos valores del reino del Padre, como único camino para disfrutar de la alegría de vivir, a Jesús le mataron, bebió el cáliz de su sangre derramada por no desdecirse de su evangelio, de todo lo que había predicado para inundar nuestra vida de su luz.
Este mismo cáliz lo bebió Santiago. Como su Maestro, predicó el evangelio mientras le arrebataron la vida. Ni las autoridades de entonces le hicieron callar y renunciar a la buena noticia del Señor Jesús. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Le costó la vida, la vida terrena, pero como a Jesús el Padre Dios le resucitó a una vida de total felicidad.
En Santiago se cumplió lo que dice San Pablo en la segunda lectura: “Acosados, pero no abandonados; nos derriban pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo y conquistó la vida”.
Así fue la trayectoria de Santiago, patrono de España.
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.