SALES SEÑOR DE TU TEMPLO (CORPUS CHRISTI)
limitado por cuatro paredes,
a nuestras calles que no conocen cota ni altura
para hacernos entender que la fe
hay que llevarla y clavarla en la vida
y que, la existencia del hombre, se hace mas santa
cuando se apura el cáliz de tu sangre;
que, en el día a día, nos hacemos más fuertees
cuando se come el pan que deja de serlo
en uno de los mayores sagrados misterios
Saltas, hoy señor, a nuestras plazas
y te seguimos tan de cerca, como lo hicieron
tus amigos de entonces:
Al tocar tu túnica, el enfermo su salud se restablece
al estrechar tus manos, el ciego recobra la vista
al sentir tu aliento, el moribundo vuelve a la vida
y, al escuchar tus palabras,
los demás caemos postrados ante Ti en tierra.
¡Qué bien se está aquí, Señor!
Sales, señor, por pueblos y ciudades
para recordarnos que no todo, aquí y ahora,
es justicia ni verdad
Para proclamar tu reino, aun a sabiendas
de las dificultades que conlleva el anunciarlo
para observar, muy de cerca, las heridas y curarlas
palpar los corazones rotos, y recomponerlos.
Sales, señor, en medio de lluvia
de pétalos y aroma de incienso
porque, durante un momento, las plazas se convierten en
altares gigantescos que despuntan hacia el infinito,
y las calles son escaleras
que nos ascienden hasta el mismo cielo
y las ventanas, los balcones, son,
en esta mañana del corpus,
anteojos para contemplar la gloria de Dios en la tierra:
la custodia destella luz eterna deshaciéndose en amor
la hostia infunde esperanza
a todo un pueblo que avanza,
detrás de Jesús maestro y sacramentado
a la ciudad que a todos nos espera
Sales, señor, a nuestra vida ordinaria
y nos señalas la doble vertiente de tu cuerpo:
yo me entrego por vosotros… ¡haced también lo mismo!
Sales, señor, en custodia
para que nosotros entendamos
que la fe, una vez celebrada y comulgada,
se ha de expresar en un recio compromiso.
¡Gracias, Señor, por salir hasta nosotros!
¡Déjanos a nosotros entrar hasta Ti!
Amén