BEATA SOR MARTA WIECKA (1874-1904)
de la Compañía de las Hijas de la Caridad
de San Vicente de Paúl
Infancia y familia
La vida de Sor Marta Wiecka fue corta. Sólo 30 años fueron suficientes para alcanzar las cumbres de la santidad. Fue una auténtica Hija de la Caridad. Su entrega total al Señor y a los pobres fue testimonio atrayente para quienes vivían junto a ella. Servía a los enfermos, miembros dolientes de Cristo con el estilo vicenciano de humildad, sencillez y caridad.
Nació el 12 de enero de 1874 en Nowy Wiec al noroeste de Polonia. Fue bautizada el 18 de enero de 1874 en la iglesia filial de Szczodrowo recibiendo los nombres de Marta Anna. Era la tercera de los 13 hijos de Marcelino y Paulina. Sus padres, labradores, eran dueños de un campo de 100 hectáreas.
El estado polaco había desaparecido del mapa de Europa en el año 1795 después de los tres repartos sucesivos de su territorio entre Austria, Prusia y Rusia. Nowy Wiec se hallaba en la región prusiana cuyas autoridades, aplicando métodos impositivos y a veces brutales, sometían a la población a una germanización forzosa. La familia Wiecka era de una fe profunda y un arraigado patriotismo. Con otras muchas familias constituyeron la base de la oposición ante la invasión germánica. En la casa de Marta se rezaba el Rosario en familia todos los días, se leían las biografías de los santos u otros libros religiosos y se compartía el contenido de la homilía dominical.
A la edad de 2 años Marta cayó enferma tan gravemente, que estuvo a las puertas de la muerte. La mejoría radical sucedió tras una oración intensa a la Virgen en su Santuario de Piaseczno. Este hecho fue interpretado en la familia Wiecka como milagro dejando huella en la vida de Marta y en su relación cercana y filial con la Stam Virgen. Toda su vida estuvo marcada por la devoción mariana. Ella misma afirmaba que recurría a la Stma Virgen en todas sus necesidades y jamás, María, le había negado algo de lo que pedía.
La pequeña Marta ayudaba en casa cuanto podía. Los vecinos testimoniaron que era una chica piadosa, mansa y humilde de corazón, de carácter recto, pero sobre todo irradiaba serenidad y alegría. Su familia y sus vecinos conocían también su honda devoción a San Juan Nepomuceno. Siendo niña encontró una estatua de este santo y organizó su restauración, tras la cual fue colocada frente a su casa… Muchas veces se podía verla rezando ante ella. Toda la vida conservará la devoción a este Santo que despertó en su alma infantil la catequesis parroquial.
El 3 de octubre de 1886, a los 12 años de edad, recibió la Primera Comunión. A partir de esta fecha, su unión con Jesucristo Eucaristía se fortaleció fuertemente y su vida de oración se centró totalmente en Él. Cuando podía, se dirigía a la iglesia parroquial, localizada a 12 kilómetros de Nowy Wiec, para participar en la Eucaristía. En su casa dedicaba frecuentemente su tiempo a la oración. Cuando su madre cayó enferma la reemplazó en algunos trabajos de la casa, sobre todo en el cuidado de los niños más pequeños.
Vocación
A los 16 años pidió el ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad. La Visitadora la hizo esperar dos años hasta alcanzar la edad exigida. En el año 1892, a los 18 años lo solicitó de nuevo con su amiga Monika Gdaniec, pero no fue admitida en Chelmno porque había exceso de postulantes. Entonces el número de admisiones estaba restringido por las autoridades prusianas y este era un condicionamiento insalvable… Ambas amigas, Marta y Monika, viajaron a Cracovia, que estaba entonces bajo el dominio austriaco, y allí el 26 de abril de 1892 fueron admitidas las dos en el postulantado. Después de cuatro meses, el día 12 de agosto de 1892, entraron en el Seminario (noviciado). Allí durante ocho meses de formación inicial asimiló el ideal de las Hijas de la Caridad que iba a desarrollar en los años posteriores.
Después de la toma de hábito el 21 de abril de 1893, Sor Marta fue destinada al Hospital General de Lviv que se hallaba en la parte austriaca, Galitzia, y pertenecía a la Provincia de Cracovia. Muy pronto se ganó la estima de una Hermana por su amor y servicio a los enfermos con gran entrega y abnegación. La estancia en Lviv duró año y medio. Este período preparó a Sor Marta para el trabajo en el pequeño hospital de Podhajce. Aquí durante cinco años también dio testimonio de devoción y cariño en el cuidado de los pacientes. En este hospital de Podhajce emitió los primeros votos, el 15 de agosto de 1897, ratificando su entrega total a Dios para servirle en los más pobres.
La prueba de la calumnia
En 1899 Sor Marta fue destinada al hospital de Bochnia, ciudad cercana a Cracovia. La Hermana Sirviente era entonces Sor Maria Chabło. En ese tiempo Sor Marta tuvo una visión de la cruz, desde la cual le habló el Señor animándola a soportar todas las contrariedades y le prometió llevarla pronto consigo. Este acontecimiento despertó en ella un celo todavía más delicado en su trabajo y una fuerte añoranza del cielo. La prueba anunciada no tardó en llegar… Un hombre desmoralizado, al salir del hospital divulgó por la ciudad la noticia que Sor Marta había quedado embarazada por su relación amorosa con un paciente joven, pariente del párroco. A partir de entonces cayó sobre Sor Marta una ola de afrentas maliciosas de parte de los habitantes de Sniatyn. Sin embargo la actitud firme de la Hermana Sirviente permitió que Sor Marta se quedara en el lugar para confirmar su inocencia. En aquel tiempo no dejó de cumplir sus deberes con la servicialidad y cariño de siempre. A pesar de sufrir persecución moral, soportaba esta calumnia en silencio abandonándose en manos de Dios.
El carisma de Sor Marta
En el año 1902 fue destinada Sor Marta a Sniatyn, ciudad ubicada en la frontera oriental de Galitzia, (hoy se encuentra en Ucrania). Allí también desarrolló su servicio en el hospital. El párroco del lugar pronto se dio cuenta de la categoría espiritual de Sor Marta y de su don de discernimiento sobre el estado de las almas. Y empezó a enviarle personas que no necesitaban cuidados de enfermería sino consejo y dirección espiritual… Sor Marta no se limitaba solo a esta tarea, socorría y servía con fervor a todos los necesitados.
Sor Marta amaba mucho su vocación e irradiaba alegría y satisfacción en su entrega a los pobres. Siempre tenía una sonrisa sincera en su rostro… Sabía establecer empatía con su pacientes a los aliviaba los sufrimientos físicos y morales. De forma discreta y callada les ayudaba en la preparación para la confesión, les instruía sobre la doctrina de la fe, ayudaba a resolver los problemas en coherencia con su visión cristiana de la vida. El número de los enfermos que habitualmente la acompañaban en el Vía Crucis rezado en la capilla, llegaba a cuarenta.
Poseía un don singular para reconciliar las almas con Dios. En su departamento nadie moría sin confesarse e incluso, más de una vez, algunos pacientes judíos pidieron ser bautizados… Sor Marta trataba con la misma atención y caridad a todas las personas que sufrían, fueran polacos, ucranianos o judíos, greco-católicos, ortodoxos o católicos… La fuerza para servir con esta entrega radical le venía de la oración.
Tanto su vida como su muerte estuvieron selladas por el amor auténtico a Dios y al prójimo, fuente y centro de su existencia. En 1904, consciente del peligro que esto conllevaba, se ofreció a sustituir a un empleado del hospital en la desinfección de una habitación dónde había muerto una enferma de tifus. Sor Marta realizó este trabajo con satisfacción. Y lo hizo para que no se contagiase el operario que debía hacerlo, cuyo trabajo constituía el sustento de su mujer e hijo. Sor Marta sintió la fiebre enseguida, pero se empeñó en terminar todos sus trabajos. Durante la última semana en el hospital se hizo todo lo posible para curarla. A estos esfuerzos les acompañaba una intensa oración de pacientes y empleados del hospital y personas buenas de toda la ciudad. Los judíos encendían velas en la sinagoga por sus intenciones… Gran número de personas esperaba frente al hospital interesándose por su salud. Después de administrarle el santo Viático, Sor Marta realizó una oración larga y profunda, considerada por los testigos como un verdadero éxtasis. Murió serenamente y confiada a las manos de Dios Padre el 30 de mayo de 1904 en Sniatyn.
Los fieles del lugar cuidaron y veneraron la tumba de Sor Marta. Durante más de cien años ha estado continuamente cubierta de flores, velas y una especie de tapetes bordados, muy tradicionales en esa región. La gente peregrinaba hacia ella y sostenía que había sido escuchada y consolada por su intercesión en asuntos muy difíciles… Decían que acudían a su ‶Madre” o ‶Madrecita”. Nadie preguntaba si eran ortodoxos o católicos y de qué rito. Aun en los años del régimen de la ‶máquina soviética” acudían a ella, y así lo siguen haciendo los peregrinos y habitantes del lugar hasta hoy.