Beatificada por Benedicto XVI en el año 2007, la Iglesia la conmemora en el día de su Bautismo, el 7 de Enero de 1954.
Su padre era granjero. Vivían en el norte de Brasil, en una zona muy pobre, de Río Grande. La familia no era pudiente, pero sí rica en la fe cristiana. Ella fue la sexta, de trece hermanos.
Siguiendo el buen ejemplo de su madre, Lindalva demostró una inclinación natural hacia los niños más pobres y compartió mucho tiempo con ellos. A los 12 años, recibió su Primera Comunión, y durante sus años escolares siempre estaba contenta y dispuesta a ayudar al menos afortunados. Su hermano con su familia, vivía en Natal y allí debió trasladarse para poder estudiar.
Unos años después, en 1979, obtuvo el diploma de ayudante administrativa.
Desde 1978 a 1988 ella tuvo varios trabajos, en ventas al menudeo.
También se desempeñó como cajera en una estación de servicio; mensualmente enviaba parte del salario a su madre a fin de ayudarla.
Diariamente, se hacía tiempo, para visitar el asilo de ancianos de la localidad.
En 1982, mientras ayudaba amorosamente a su padre en los últimos meses de su enfermedad terminal, comenzó un curso de enfermería, pero también disfrutó esas cosas típicas de la juventud: hacer amistades, tomar lecciones de guitarra y realizar estudios culturales.
Meditando en serio sobre su vida, decidió servir a los pobres.
Así Lindalba ingresó al noviciado de la Congreación de las Hijas de Caridad, destacándose por su alegría y la genuina preocupación por los pobres.
Su carácter estaba marcado por una dulce disposición pero también por la sinceridad.
En una carta a Antonio, su hermano alcohólico, escribió: “Piensa sobre esto, interiorízalo en ti. Yo oro muchísimo por tí y continuaré orando. Si es necesario haré penitencia para que seas capáz de revindicarte como persona. Sigue a Jesús, quien luchó hasta la muerte por los pecadores, dando hasta su propia vida para el perdón de pecados, no como Dios sino como hombre. Debemos buscar refugio en Él; sólo en Él la vida merece la pena“.
Un año después su hermano dejó de beber.
En 1991, Sor Lindalva fue asignada a atender a 40 pacientes terminales, todos hombres, en el centro de salud municipal en Salvador da Bahia.
Emprendió las tareas más humildes y buscó servir a aquellos que más sufrían tanto espiritual como materialmente, animándolos a la recepción de los sacramentos.
Sor Lindalva cantaba y oraba con ellos, e incluso rindió los exámenes para conseguir el carnet de conducir, a fin de sacarlos a pasear.
Dos años después, Augusto da Silva Peixoto, un varón de 46 años de edad, de carácter irascible, usando una recomendación logró ser admitido en las instalaciones aunque él no tenía ningún derecho para estar allí.
Sor Lindalva lo trató con la misma cortesía y respeto que a los otros pacientes, pero él se enamoró de ella.
Un tiempo después los acosos de Augusto fueron tan insistentes y aterradores, que ella buscó la ayuda de un oficial de seguridad para frenar a este paciente desobediente.
Aunque él prometió mejorar su actitud y conducta, se llenó de tal odio y venganza que desarrolló un plan asesino.
El 9 de abril de 1993, Viernes Santo, Sor Lindalva tomó parte del Vía Crucis parroquial a las 4:30 hs. la mañana.
Posteriormente a las 7 hs., regresó a su trabajo para preparar y servir el desayuno como lo hacía todos los días.
Mientras ella servía el café Augusto se acercó y clavó un cuchillo de pescadero sobre su cuello.
Ella cayó al suelo y llorando repetía varias veces -“Dios me protege”-, -“Dios me protege”- Los demás pacientes corrieron, buscando protección.
Envuelto en un rapto demente Augusto la apuñaló 44 veces. – “Debí haber hecho esto, antes!”-dijo.
De repente, se sentó en un banco, tranquilizándose, limpió el cuchillo en sus pantalones, lo tiró en la mesa y exclamó:- “¡Ella no me quiso!”-, y volviéndose al doctor, dijo,- “Puede llamar a la policía, no huiré; hice lo que tenía que hacer”-.
Al día siguiente, Sábado Santo, el Cardenal Lucas Moreira Neves, Primado de Brasil, celebró el entierro de la hermana de 39 años de edad y comentó:
“Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida Religiosa con el martirio.”
¡Que su valentía nos sirva de guía!