En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Evangelio según Mateo 26, 14-25 En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».
Él respondió:
«Tú lo has dicho».
Palabra del Señor
Reflexión Dice el Papa Francisco “Judas uno de los doce, amigo íntimo de Jesús, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, mirarlo, conocerlo…”, le traiciona.
¿Qué fue lo que le llevó a tal traición? ¿Qué pasó por su corazón? ¿Qué sentimientos se fueron generando a través de su cercanía con el Maestro? ¿Cuál fue el pecado mayor de Judas?
¿Ambición, dinero? En (Jn12,4-6) Judas se manifiesta “escandalizado” por el despilfarro de aquella mujer que unge con su perfume los pies del Maestro. Y afirma el evangelio de Juan… “era un ladrón”.
¿Decepción? Jesús no es el mesías que él esperaba, un mesías triunfante que los liberase del imperio romano. También el resto de los discípulos participaban, en cierta medida, de esa decepción pero la asumen y responden de manera diferente. Dios respeta siempre la libertad del hombre.
¿Resentimiento? ¿Acaso Judas no resistió el protagonismo que algunos discípulos tuvieron en hechos notables de la vida de Jesús? (Mt 17,1).
Hay una cosa clara, Judas no quiso ver la luz, no se dejó tocar por Dios, no confió en la capacidad de perdón que manifestó Jesús a lo largo de su vida. No fue capaz de descubrir en Jesús un camino de felicidad, de esa felicidad que se apoya en la fidelidad al proyecto de Dios, siempre fiel a pesar de nuestros fracasos y traiciones. Judas no creyó en la misericordia y el perdón de Dios.
De esta forma pone en cuestión también nuestro propio camino de fe y las opciones que vamos tomando ante disyuntivas que se nos presentan. En algún momento de nuestra vida puede aparecer la decepción ante la falta de respuesta de Dios, de una respuesta a la medida de nuestros deseos.
Por otra parte, la tristeza de Jesús se manifiesta una vez en la mesa y al atardecer. Jesús desahoga su corazón: “uno de vosotros me va a entregar”.
¿Acaso soy yo, Señor? ¿Acaso soy yo el que te puede cambiar por cualquier interés, cargo, placer, ideología? ¿Acaso soy yo Señor el que te puede dar la espalda, traicionar al hermano solo, perseguido, enfermo con el que Tú te identificas? ¿Acaso soy yo Señor…?
El fracaso de los discípulos, su abandono, la soledad en la que está envuelto. Es consciente de que su fidelidad al plan de Dios le va a llevar a la muerte. Es consciente de que los que detentan el poder sufren con mucha frecuencia la tentación de “liquidar” a los que se entregan a la causa de la justicia, del amor, de la solidaridad, en definitiva los que trabajan por hacer presente el amor de Dios.
Y siente una profunda tristeza, tristeza que se ve aumentada por el desconcierto de los suyos “las tinieblas del abandono y del odio se condensan alrededor del Hijo del Hombre, que se dispone a consumar el sacrificio de la cruz” (de la catequesis de Benedicto XVI 2007).
Quizá hoy también, pensando en tantas personas que sufren la persecución por ser fieles a Jesús, que sufren el abandono, la persecución, la falta de recursos, nos podemos quedar desconcertados como los discípulos o asumir y acompañar un camino difícil pero que ha de llevar a la Resurrección.
Hagamos nuestro lo que expresa bellamente el tercer canto del Siervo: “Cada mañana, el Señor Dios, me espabila el oído… Él me ha dado una lengua de discípulo para decir al abatido una palabra de aliento.”
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.