Ante la inminente llegada de Jesús, ¿nos sentimos movidos por el Espíritu para mantener una espera ilusionada? O más bien ¿la rutina de que cada diciembre celebramos la Navidad, es otra fiesta más, en la que nos machacan con todo tipo de mensajes comerciales, para que todo se transforme en consumo?
¿No es ilusionante pensar que vamos a tener una nueva oportunidad para mejorar lo que no hemos hecho bien?
Tenemos que abrir nuestros corazones a la venida de Dios hecho hombre y, como pasados los rigores del invierno, volver a renacer con espíritu abierto al amor entre todos los hermanos y, como Isabel, proclamar a los cuatro vientos que el señor está con nosotros.