Uno se imagina a los discípulos, antes de Pascua, muy desesperanzados.
Como uno mismo a veces lo está, cuando tienes días tontos, grises;
cuando lo pasas mal, cuando no haces pie en lo cotidiano o te sientes triste,
y ni siquiera sabes por qué;
cuando todos los días parecen iguales,
y te invade una cierta melancolía sin nombre ni objeto;
cuando Dios calla; y los amigos tampoco hablan mucho.
Pero entonces empiezan los ecos,
los testimonios, las palabras que a unos
y otros les llenan de fuerza.
Y recuperan la ilusión,
la capacidad de soñar y la fe en que lo bueno está por llegar.
Una tierra nueva.
FELIZ DÍA A TODOS…