En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Lunes XX Ordinario. San Pío X Fue el papa 257º de la Iglesia católica entre 1903 y 1914. Introdujo grandes reformas en la liturgia y facilitó la participación del pueblo en la celebración eucarística. Promovió mucho el estudio del catecismo y ordenó la confección del Código de Derecho Canónico
- Evangelio según Mateo 19, 16-22* En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». Jesús le contestó:
« ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Él le preguntó:
«¿Cuáles?». Jesús le contestó:
«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».
El joven le dijo:
«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».
Jesús le contestó:
«Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico.
Palabra del Señor
Reflexion En el segundo volumen de la obra “Jesús de Nazaret”, Benedicto XVI afirma: “La expresión vida eterna no significa la vida que viene después de la muerte -como tal vez piensa de inmediato el lector moderno- en contraposición a la vida actual, que es ciertamente pasajera y no una vida eterna. Vida eterna significa la vida misma, la vida verdadera, que puede ser vivida también en este tiempo y que después ya no puede ser rebatida por la muerte física. Esto es lo que realmente interesa: abrazar ya desde ahora la vida, la vida verdadera, que ya nada ni nadie puede destruir”.
¿Qué hacer para obtenerla?
Jesús contesta hoy a esta pregunta cuando lo hace dirigiéndose al joven que le había preguntado. El evangelista acaba la descripción del encuentro del joven con Jesús diciendo: “Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico”. Y es cierto. Las riquezas pueden ser un obstáculo para el seguimiento, pero no insalvable. Solamente lo es cuando se convierten –o las convertimos- en otro dios alternativo al verdadero y único.
Nos ayudará a comprenderlo Jesús, cuando, en otra ocasión, habla sobre el mismo tema en estos términos: “Trabajad –les decía Jesús en Cafarnaún- no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna. Ellos le preguntaron: ¿Y qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios y poder tener la vida eterna? Respondió Jesús: La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado” (Jn 6,29).
Entre el deseo del joven y la oferta de Jesús hay un gran vacío que sólo se salva con un gran paso cualitativo: la fe en el enviado. La fe es a la vez gracia de Dios y esfuerzo del hombre. Este es el trabajo que el Padre quiere: que creamos en su enviado. Tener fe en Jesús, entendido como un trabajo, como una tarea a realizar. Jesús le dice al joven y nos dice a nosotros que escojamos: él o lo demás –riquezas, poderes, seguridades humanas-. Si optamos por él, seguiremos necesitando, por humanos y peregrinos, de las cosas de aquí abajo. Pero, sirviéndonos de ellas para que Dios garantice, nunca nosotros ni nuestras obras, la vida, la verdadera, la eterna… la que vivió, predicó y santificó al Papa San Pío X, y que hoy nos sirve de recuerdo, modelo e intercesor.
Las preocupaciones de muchos hoy son las que tenía el joven del Evangelio. ¿Crees que se atreven, como él a preguntar a Jesús?
En caso afirmativo, ¿no te parece que la respuesta de Jesús sería similar a la que dio al joven, confianza en él y coherencia de vida?
Dios te bendice Oramos: Credo, Padrenuestro, Avemaría, Gloria.