La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc 7,6). Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos.
Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.
Feliz día… Dios te bendice…