¿Y dónde se concreta eso en mi vida? No en quimeras o en proyectos etéreos,
sino en los rostros cercanos, en mis propios retos personales. En las encrucijadas de mi vida.
En los objetivos sencillos, pero auténticos que voy poniendo –y haciendo evangelio- en mi vida.
En las aspiraciones (que son mis búsquedas) y los logros (que son mis huellas).
En las semillas que pongo en torno mío.
En definitiva, en la manera en que el mundo –y cada lugar- es distinto (y ojalá mejor) tras mi paso por él.