El lamento por el rechazo, por el abandono de Dios es lo que Jesús manifiesta; no es sólo porque se haya convertido la ciudad sagrada en una mercadería, sino que el interior de cada persona, está inmersa en el trasiego del consumismo. Apartados de Dios, en guerra consigo mismos.
Un corazón dividido donde Dios no tiene cabida, es un corazón inmerso en la destrucción. Allí Dios no puede habitar, no puede hacerse presente. Los demonios interiores como el miedo, la huida frente a Dios, el pánico que nos provoca el misterio de la Paz, han de ser echado de nuestras vidas.
El silencio contemplativo en el que Jesús pronuncia estas palabras, es una apuesta por la oración y el encuentro con Dios. Una apuesta para que sea la Paz la que reine en nuestros corazones. Para que la paz los serene, los apacigüe, los integre en una vida de fe y esperanza donde Dios pueda habitar.
Oremos por cuantos no creen en Dios, por cuantos viven con un sentido de beligerancia frente a sí mismos y a los demás, para que abran las puertas a Cristo, el mensajero de la Paz.
Feliz día… Dios te bendice…