Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
Reflexión: La pregunta “¿Por qué me persigues?”, que el mismo Pablo narra en su conversión, tuvo que haber sido una voz llena de estruendo que removió toda su conciencia. El creía vivir en la perfección, y toda ella se fue al traste con una sola pregunta. Sí, a veces una sola pregunta conduce a nuestra vida al desastre. Una concatenación de sucesos puede conducir nuestra vida perfecta hacia la catástrofe. Pero no es la fatalidad lo que nos mueve a los cristianos. Es la alegría de la fe en Cristo Jesús, resucitado de entre los muertos, los que mantiene nuestra esperanza y nuestro coraje por vivir.
En este momento, puede resonar las palabras de Jesús, en el Evangelio de Juan, que proclamamos hoy: YO HE VENIDO AL MUNDO COMO LUZ. Aunque nos sacuda el cansancio por lo que ha supuesto el Covid-19, de confinamiento, de miedo, de alarma, de enfermedades y muertes, de soledad, de precariedad económica, de paro… hemos de sentarnos seriamente para comprender qué luz he escogido para mi vida; no sólo en esta situación de pandemia, sino en mi proceder diario. ¿Qué luz ilumina mis pasos? Cristo es y puede ser una nueva propuesta de vida. Puedes empezar a caminar con una nueva visión de sus palabras y hacer tuyo el Salmo 66: “El Señor, tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros”. Porque Cristo vino a ser luz para el mundo. Vino a disipar las tinieblas, aquellas en las que nos envuelve el mundo con su trampas e indiferencias.
Quiero orar contigo hoy, por todos cuantos necesitan de nuestra confianza, nuestra ayuda y solidaridad para encontrar trabajo, para superar las enfermedades, para consolarse en el luto y en la soledad.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra protección e implorando vuestro auxilio,haya sido abandonado de Vos. Animados por esta confianza, a Vos también acudimos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados nos atrevemos a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. Oh Madre de Dios, no desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Virgen de Los Milagros, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, consuelo del afligido y refugio del pecador, ruega por nosotros.
Virgen de Los Milagros, vida, dulzura y esperanza nuestra, ruega por nosotros.
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios… para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.