Parece que para saltar de gozo te tiene que tocar un millón de euros, una lotería o un viaje…
O tienes que conseguir un ascenso, o quizás te conformas con que tu equipo del alma
(sea Barcelona, Madrid… u otro) obtenga un triunfo resonante y te dé un alegrón…
También puedes disfrutar mucho cuando hay fiesta y algazara.
Pero, ¿de verdad no hay fuentes mucho más cotidianas para la alegría?
¿No es importante el detenerme a mirar a mi vida con gratitud?
Quizás una clave pueda estar en reconocer tanto bien como he recibido…
Familia, amigos, amor (no siempre fácil, pero ¿quién dijo que lo fuera?), talentos, defectos –que afortunadamente me hacen humano y vulnerable; historias –en las que he aprendido tanto-; trabajos y descansos, palabras prestadas que me han hablado de Ti, proyectos –aunque no siempre hayan salido bien-; ternura –a veces-; sueños, un techo y un plato caliente cada día –que tantos querrían-; tu evangelio como un canto que me atraviesa; dudas y certezas… Gracias.