Quizá el verdadero discipulado consista no tanto en esa prontitud primera con que uno deja todo para seguir a Cristo –que también–, sino, sobre todo, en esa fidelidad que uno alimenta cada día hasta llegar a estar dispuesto a pasar de un paisaje a otro por amor de lo invisible. Déjate conducir por el Espíritu… Él te lo enseñará todo….
UNA IMAGEN… UNA PALABRA
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